Los expertos
Llegaron en su auto 4 x 4 y les esperaba una turba de gente en un calurosísimo salón, toda convocada con oportuna eficiencia para que llegaran a escuchar los resultados del estudio sobre la salud de un sub sector de los infantes.
Muchos madrugaron para estar ahí, caminaron varios kilómetros y hasta cruzaron un ancho y caudaloso río. Ese día no atendieron sus labores. Cancelaron las citas, no impartieron su clase, no atendieron su gente porque venían los expertos a exponer los importantes resultados del estudio.
Los expertos abrieron cada uno su computador portátil de última generación y clavaron desde ese instante la mirada en sus respectivos monitores luminosos. Movían con destreza sus dedos a la vez que uno de ellos, de pie y mirando fijamente su monitor, leía y repetía con perfecta precisión las filas de letras y números que a la vez aparecían agrandadas en una pared, gracias al milagro luminoso de un aparato que proyecta en grande lo que el experto miraba fijamente en su pantalla.
Y el experto habló y habló y habló por encima del calor y el hambre de los asistentes, que ordenadamente tuvieron que escribir sus datos en una lista bellísima que uno de los expertos fue pasando a cada quien.
Cuando leyó la última fila con el último dato, el experto de pie despegó su mirada de la pantalla y por primera vez la dirigió a la cara de quienes al parecer le escuchaban.
Queremos saber si ustedes están de acuerdo con los resultados del estudio, dijo con la solemnidad propia de quien oficia una misa. Y con sumisión de feligrés, algunos se atrevieron a decir una que otra idea, muy posiblemente captada en el instante por alguno de los otros expertos que no dejaban de mover sus dedos con la mirada fija en la pantalla de su computador.
¿Algo más que decir? preguntó por último el experto oficiante. Con el caluroso silencio de la audiencia, se dio por terminada la sesión. Cual coreografía sincronizada, los expertos cerraron a la vez sus computadores portátiles, y como quien tiene mucha prisa salieron de inmediato y abordaron la refrescante nave que les llevaría de regreso a la ciudad.
Uno de ellos marcará en su computador un "check" al lado del nombre "Sesión de validación", actividad programada con suficiente antelación y ejecutada en los tiempos exactos y previstos en los términos de referencia que respaldan su contrato.
Gracias a ese "check", los expertos una vez en la ciudad, podrán ejecutar el cobro por varios miles de dólares, con el que compensan así tan extenuante esfuerzo.
Por su parte, los asistentes deberán correr para poder cruzar el río antes de que anochezca y caminar el trillo sorteando como siempre las serpientes que abundan en la zona. Al día siguiente tendrán doble trabajo porque hoy dejaron de hacer sus labores ordinarias.
Como siempre, harán de tripas chorizo para ver cómo un niño puede aprender en el aula a pesar de que no come bien desde que nació. Se las ingeniarán para ver cómo una joven madre puede alimentar a sus muchos hijos sin sacrificar la existencia de ninguno. Muchos quisieran dar de su dinero para que por lo menos alguno de ellos coma bien, pero la paga apenas alcanza para sobrevivir.
Algunos otros, los menos quizá, guardarán la esperanza de que los expertos esta vez sí puedan mover sus contactos en la ciudad y por fin les llegue la apremiante ayuda que se necesita para hacer bien su trabajo.
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