martes, 28 de septiembre de 2010

Orejas más grandes

“Por algo Dios nos puso dos orejas y solo una lengua, para que hablemos poco y escuchemos mucho” dijo mi madre al aire una vez, sin imaginarse que décadas después estaría llegando yo, luego de mucho caminar, a tan ineludible conclusión.

Y es que en los últimos meses la vida me puso en zapatos que nunca antes había estado, cruzando a la acera del frente a conversar con aquellos “otros” que desde mi acera siempre había señalado. De pronto no los vi tan monstruosos como me los contaban, ni tan iguales entre sí como yo creía.

Conforme los fui entrevistando resultaron saber y conocer más de lo que yo imaginaba, y algunos de ellos entendían tanto su acera como la del frente con una claridad que ni los de mi acera, que presumen de la academia como su fuerte, comprenden tanto.

A diferencia de los de mi acera, para ellos el afán de lucro no es ningún pecado ni ningún delito, sino más bien el motor que lo mueve todo. No les interesa tanto el discurso y la habladuría, ellos van por los resultados. Y hacen, a veces poco y a veces mucho, pero hacen lo que genera resultados concretos y tangibles. Y les interesa el impacto y la transformación, talvez por otras vías, pero les interesa y les preocupa. Son expertos en sostenibilidad y lo que no se sostiene o no da resultados simplemente se cierra o se cambia.

¿Y los de mi acera? Nosotros somos expertos en el análisis de la totalidad del todo y cómo éste determina y a la vez condiciona las interrelaciones que a su vez construyen y reconstruyen a los sujetos que cfjasfjkgf vefjQñwrfo fndlfjas´fkfapfkfl…

¿El lucro???? ¡¡¡Jamás!!!! Es el origen de todos los males, es lo que nos tiene como nos tiene, y en nombre de esas alarmantes mayorías de pobres que se multiplican y multiplican (y al a la vez se dividen y se dividen) montamos estas esplendorosas organizaciones sociales SIN FINES DE LUCRO (pero no por eso pobres), de las que afortunadamente logramos lucrar y sostenernos más de uno (unos mucho más que otros), sin importar si lo que hacemos es sostenible o no, o si genera resultados tangibles o no, porque de por sí hay otras organizaciones internacionales más grandes, también sin fines de lucro, que canalizan la plata de quienes, como tienen fines de lucro, pueden transferir parte de sus excedentes para contribuir a tan nobles, infinitas e interminables causas.

¿Y cuánta de esta inversión se transfiere directamente a los miles de pobres que justifican nuestro actuar y nuestra existencia? ¡Eso no se pregunta! Para responderle necesitaríamos que nos amplíe el financiamiento a fin de contratar un estudio que estudie los estudios de los estudios de los estudios que quizá nos logren responder tan mal intencionada interrogante. Pero como estamos tan ocupados atendiendo las ilimitadas necesidades de los pobres, y estudiando y comprendiendo cómo es que cada vez son más, no tenemos tiempo por el momento de resolver este asunto.

¿Y qué tiene que ver esto con las orejas grandes? Pues mucho, porque de tanto estar cruzando de una acera a la otra se me empezó a encoger la lengua y agrandar las orejas.

¿Y de qué acera soy entonces? De la misma, con los mismos colores y con las mismas banderas, pero con la lengua más cortica, con las orejas más grandes y con las manos más ocupadas intentando tejer un puente que nos permita integrar las fortalezas de los de la acera del frente, y por qué no, exportar algunas de las nuestras a ellos. Tal vez así hablemos menos y logremos más, nos señalemos menos e impactemos más.