domingo, 17 de septiembre de 2006

El chingaste



En memoria de don Coné.

Me parece verlo sentado en una mecedora de mimbre con alto respaldar explicándome por qué una amiga de su hija le decía don Coné. Se llamaba Eugenio y era el papá de una pequeña pero gran amiga de siempre en Nicaragua.

“Dicen que una vez le pusieron a un niño por nombre Eugenio, y cuando lo llegaron a bautizar le dieron los datos al padre. Al momento de la ceremonia el padre dijo que lo bautizaba como Ugenio, ante lo cual los padres reaccionaron de inmediato y le dijeron: ¡¡¡Con E, con E!!!!!!!!!, Ah perdón, dijo el padre, lo bautizo como Coné, y así quedó el niño llamándose Coné”, me contaba don Eugenio en una de esas noches calurosísimas de Managua.

Lo cierto es que don Coné vino a pasear a Costa Rica a finales de diciembre de 1999 con su hija, nuestra amiga de siempre. Nosotros les teníamos montada una agenda cargadísima capaz de agotar y desgastar al más valiente, pero don Coné se apuntó a todo como el más joven de los jóvenes. Fuimos a las corridas de toros de Zapote, y aunque casi nos congelamos del frío salimos del redondel pasada la media noche. Fuimos al teleférico del Braulio Carrillo, caminamos por la Avenida Central, recorrimos tiendas, visitamos parques, y como si fuera poco, el 31 de diciembre de 1999, como para despedir el siglo, fuimos a los rápidos del Pacuare.

Don Coné parecía un niño de lo feliz que estaba, sentado sobre una balsa inflable, con chaleco, casco y remo en mano. Pareció no importarle el peligro que enfrentamos con las correntadas y las gigantes piedras. Se lanzó a flotar al agua en la parte calma del río y remó sin piedad como todos nosotros. Esa noche, como si fuera poco, fuimos a pasar el cierre del año en la Plaza de la Cultura, y luego fuimos a la casa de un amigo a seguir la fiesta.

Fue intensísimo ese viaje. Fue de una semana, pero con un itinerario de un mes, porque recuerdo que también fuimos a Herradura de Rivas de Pérez Zeledón. ¿Y cómo hicimos tanto en tan poco tiempo?, pues yo creo que lo que más dormimos en una noche fueron cuatro horas.

Estaban hospedados en mi casa, y una mañana se levantaron más temprano y prepararon todo el desayuno. Cuando me llamaron lo tenían todo servido en la mesa que habían colocado al centro de la cocina para que todos cupiéramos a su alrededor.

Me sirvieron el café y lo comencé a tomar. Me impresionó que estaba demasiado ralo (o sea, con mucha agua), cuando yo sabía que don Eugenio era buen cafetero de cafecito fuerte al igual que yo, pero preferí no decir nada. Conforme avanzaba la plática (porque jamás hemos podido comer callados), me preguntó don Coné: “Guillermo, y cuántas veces se puede usar el chingaste del café?” (Chingaste le dicen ellos a la brosa o bosorola del café).

Casi me ahogo de la risa y no le podía responder. Como en Nicaragua no acostumbran chorrear el café sino que lo hierven, o bien, lo toman instantáneo, don Coné no sabía las normas y técnicas del “chorreo”. De esta forma entendí por qué el café sabía a pura agua caliente. Cuando por fin pude hablar, le expliqué que la brosa (o el chingaste) solo se usa una vez y nada más.

Hace pocas semanas don Coné nos dejó. Ojalá le tengan buen cafecito allá donde él está.

5 Comments:

At 10:24 p.m., Blogger Julia Ardón said...

Ha sido un hallazgo encontrar tu blog, Guillermo,q
ué buena nota, este texto va enlazado en Ticaragua.
http://mipatriaesticaragua.blogspot.com/

Espero te parezca bien.

 
At 5:07 p.m., Anonymous Anónimo said...

Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

 
At 8:08 a.m., Anonymous Anónimo said...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

 
At 10:43 p.m., Anonymous Anónimo said...

Hola guillermo, mi nombre es bismarck eugenio gomez soza, soy nicaraguense y soy hijo de don coné, esta es la primera vez que zorayda me muestra esta anécdota que usted relata acerca de la aventura de los rápidos en compañia de mi papà y me alegra mucho el saber que mi viejito le haya brindado una buena impresión como persona y que de igual manera le dejó impregnado en sus recuerdos el humor al recordar aquella mañana cuando le preparo su chingaste de café. Espero conocerle si algun día viajo a costa rica.

 
At 10:52 p.m., Anonymous Anónimo said...

Hola Memito!
Has de saber que la primera vez que leí este relato me impresioné mucho y no pude escribir. Además, no sé escribir como vos pero si puedo decirte MUCHAS GRACIAS, por el relató por evocar tan bonitos recuerdos y por expresarlos de manera tan especial.

Hoy por fin pude compartir tu blog con mis hermanitos Bismarck y Kevin. Te mandan saludos.

Con el cariño y la amistad de siempre: Yo

 

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