sábado, 16 de septiembre de 2006

La vida sobre dos llantas



Una de las cosas que más he disfrutado en este viaje de la vida ha sido la bicicleta. Más que un modo de transportarse, en las condiciones actuales de nuestro mundo, la bici (o la cleta como popularmente le decimos acá), se constituye en una filosofía de vida, en una nueva sensibilidad (y no tan nueva por cierto), en una forma más humana y sensible de movernos.

El motor de la bici somos nosotros mismos (los ciclistas o cleteros), y por tanto nos transportamos sin consumir combustibles y sin contaminar el ambiente; y además estamos mejorando y manteniendo nuestra condición física a la vez que nos desplazamos. Tampoco contaminamos con ruido, como sí sucede con los demás medios de transporte.

Por otra parte, cuando viajamos en bici vivimos con intensidad el camino. Sentimos el viento soplando en nuestra cara o el sol calentando nuestras espaldas. Sudamos, nos agitamos y escuchamos en nuestra cabeza las palpitaciones del corazón. Es como mantener un diálogo permanente con nuestro cuerpo, y conforme más andamos en bici, más conocemos las habilidades de nuestro cuerpo y sus posibilidades de resistencia y movimiento.

Las subidas y bajadas del camino no son más formas topográficas del terreno. En bici, las subidas son todo un desafío, una meta por alcanzar. Se vive en todas sus dimensiones. La primera, cuando la vemos. Valorar si la subiremos o no, empezar a sentir el optimismo de que sí podremos o la sensación derrotista de que no lo lograremos. La segunda es la subida propiamente. Empezar a poner más fuerza en las piernas para impulsar los pedales, ajustar los cambios o marchas para alivianar el esfuerzo, ponerse de pie en los pedales si se torna necesario, balancear el cuerpo conforme sube y baja cada pedal para así aportar más fuerza; y si la subida es muy fuerte o estamos muy cansados, comenzar a zigzaguear. Y por fin, la tercera, que es cuando llegamos arriba. Sentir las palpitaciones aceleradas, la respiración agitada, el cuerpo caliente y sudando; pero ante todo la satisfacción de que sí se pudo. Mirar atrás y ver ahora una bajada pero ya con otros ojos porque es un desafío cumplido.

¿Y las bajadas? Las bajadas en bici son lo más cercano a volar sin despegarse del suelo. No se diga más.

Otra dimensión de andar en bici es el diálogo o intercambio con el medio. Si es por la ciudad la sentimos con toda intensidad. Los autos acelerados y presurosos cuyos conductores parecieran siempre molestos por nuestra presencia en las calles. Los autobuses ruidosos dejando grandes nubes de humo que en el mejor de los casos solo sentimos porque dejamos de respirar, o bien inhalamos porque no nos queda de otra. La gente por las aceras o cruzando las calles, los tráiler y camiones lanzándonos a las cunetas porque imponen su espaciosa presencia, las peripecias que hacemos para no quedar estancados en los embotellamientos o presas pasando por las orillas a la derecha de la vía, o entre dos filas de automóviles ansiosos por avanzar, o al puro centro de la vía sintiendo de cerca los autos que vienen en dirección contraria. En definitiva andar en bici por la ciudad es como surfear sobre este mar convulso de concreto y autos.

Pero está la otra gran experiencia: cletear por la montaña. Sentir el camino de lastre o de tierra con todas sus formas y texturas. Sentir la sombra de los árboles, escuchar los pájaros y disfrutar de este silencio ruidoso propio de los bosques tropicales. Pasar por riachuelos, o por charcos y barreales y sentir el agua mojando nuestra espalda. Pasar por el barro y sentir que la bicicleta se estanca y tener que caminar llevándola en la espalda. Llegar a lugares altos y quedar extasiados mirando el paisaje que se impone ante nuestros ojos. Es como un premio al esfuerzo, es sentir que todo lo cleteado ha valido la pena con tal de disfrutar tanta belleza.

Y por último están los otros, los demás cleteros y cleteras (aunque son pocas las cleteras), hermanos y hermanas todos por definición, por el solo hecho se estar sobre una bicicleta. Casi nunca sabremos cómo es este otro
fuera de este mundo cletero. Si es rico o pobre, si bueno o malo, si amigo o enemigo, si humilde o arrogante; lo cierto es que si se trata de un cletero es un hermano, es un "igual a mí" y por tanto siempre estaremos atentos a socorrernos mutuamente. Puede ser una llanta pinchada, una pieza dañada, un problema de salud, o falta de agua, dulces o galletas. Todos los cleteros sabemos que no andamos solos, y aunque tratemos de andar preparados para cualquier eventualidad, contamos con el apoyo solidario de los demás, porque cuando vemos un cletero en necesidad tenemos claro que en él vemos parte de nosotros mismos.

Creo que ya sé por qué me gusta tanto la vida sobre dos llantas, se me parece demasiado a este viaje que llaman vida, y en ambos casos lo disfruto mucho.

1 Comments:

At 7:34 p.m., Anonymous Anónimo said...

Me encanto leer to blog! Lo encontre de pura casualidad mientras buscaba informacion para la Vuelta al Lago 2007 y termine leyendolo casi todo. Yo estuve en la del 2002 y la del 2005 y me hiciste sonreir muchisimo con tu explicacion del terrible barrial que fue el primer dia, los rios y las putas subidas el segundo dia. Sali de ultima y llegue bien tarde de noche a ese caos de camping que en realidad no existia porque estaba bajo 1 metro de lodo. No encontre a mis amigos por 2 horas. Y ahi me quede, sentada debajo del techito al lado del señor que constantemente decia los nombres de las personas que no se podian encontrar. Estaba totalmente embarrialada hasta los ojos, con frio, un ambre atroz y sin un cinco!! Me senti en algun momento como un perrito perdido. Ya cuando habia perdido la fe de encontrar a mi amiga y habia aceptado un par de pantalonetas prestadas de un extraño, una camiseta de su mama y un huequito en la carpa de su familia, de pronto frente a mi aparecio mi querida amiga y creo que fue como ver a la virgen Maria! (se llama Maria). Lo mas chistoso es que recuerdo todo con pura felicidad, hasta el frio y el ambre fatal. En solo 6 dias mas estare sentada en el asiento de un avion inpacientemente esperando el despegar y finalmente llegar a ver el rico verdor de las montañas una vez mas. Ya voy de camino nuevamente pa' alla, a tu hermoso pais a disfrutar este año nuevamente, cleteando con todos ustedes y la super buena onda que que emanan.

Guauuu... que rico.

Gracias nuevamente. Sigue escribiendo
Miriam-Miami

 

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