Camerino cotidiano
Abro los ojos al mínimo y cruzo instintivamente el cuarto sobre el frío piso de la mañana y presiono un botón del celular para que no siga sonando. Me lo llevo conmigo y como si fuera un bebé que llora lo acuesto a mi lado en la cama. Me duermo de nuevo y sueño pedazos de cosas y a los diez minutos exactos vuelve a sonar y lo vuelvo a apagar para seguir con mis retazos de sueño, y a los diez minutos lo mismo y lo vuelvo a apagar y decido que si no me rasuro me puedo quedar bien esos diez minutos de más, y vuelve a sonar y lo apago y me pienso que si no preparo desayuno y lo paso comprando perfectamente puedo dormir esos diez minutos de más, y vuelve a sonar y me digo que si no alisto el almuerzo y lo compro, perfectamente me puedo dormir otros diez minutos de más, y vuelve a sonar el maldito teléfono y me lanzo de la cama con un susto terrible de que ya no me dará tiempo de todo, y tomo el paño y me meto al baño y comienzo con el pie izquierdo un día cotidiano más.
¡Apúrele!, ¡corra!, ¡espabílese!, ¡muévase!, ¡no se quede jeteando!, pero qué cara por Dios si parezco un náufrago con un mes de vivir en una isla, jamás me puedo ir así, no me queda más que rasurarme, pero rapidito. El agua de la ducha realiza el milagro asombroso de irme despertando y poco a poco voy aterrizando en la pista de la conciencia y de la vida real. Por la tumba de mi padre lo juro que hoy me acuesto más temprano, esto me pasa por noctámbulo. Pero por qué será que de noche tengo toda la energía del mundo y en las mañanas no valgo una peseta. Si tanto me gusta dormir por qué no me organizo para hacerlo por más tiempo. Me rasuro velozmente y poco a poco voy armando y maquillando el personaje que me toca asumir ese día.
¿Esta camisa irá con este pantalón?, ¿no me habré puesto esta ropa hace ocho días exactamente?, ¿estará bien este color para una reunión donde nos toca negociar?, ay ¿cuál era el color recomendado para estas cosas? Estos zapatos están fatal, el fin de semana saco un rato para embetunarlos, por el momento se van así. Me toca la hora de la verdad y frente al espejo termino de ajustar el disfraz. Gel, cepillo, meter las faldas de la camisa, las pastillas del tratamiento porque sino se altera la presión arterial, perfumito y anteojos. Me miro a los ojos y me digo: "¡todo está bien, te ves genial!", y ¡¡listo pal escenario!!!
Salgo de mi casa-camerino y cual foco de teatro me deslumbra el sol radiante que todas las mañanas me espera frente a la puerta. Camino-corro hacia el carro con las dos manos ocupadas que cargan el chunchero que va y viene todos los días, y con la ayuda del guarda a quien saludo cortésmente abro el portón para salir. Me subo al carro y ahora soy un conductor que se mete en el laberinto de calles a toda velocidad, mientras que mi cuerpo me recuerda que qué rico sería estarse tomando un cafecito matutino con el sanguchito que no me preparé, y corro, y corro y corro, y en un semáforo que no me favorece me digo: ¡BASTA!!!! ¿quién putas escribió este libreto que actúo todos los días??, ¿en qué maldita hora acepté yo este personaje que me toca armar cada mañana?, ¿donde está el director de la obra para decirle que renuncio, o por lo menos para preguntarle que por cuánto tiempo más me toca seguir en cartelera?, ¿por qué no me cambio de teatro?, ¿habrá otra obra mejor donde trabajar?... un pitazo insolente me indica que el semáforo está en verde y que debo seguir corriendo, porque aunque lo sueñe, aun sigo actuando este mismo personaje que ya me está cansando, y mientras no encuentre otro no me queda más que seguir viviendo éste.
¡Por la tumba de mi padre juro que hoy me acuesto más temprano…!
3 Comments:
Hay un momento, en que uno debe empezar a cuestionarse a si mismo. Interrogarse sobre su propia naturaleza. Ahondar en sus sentimientos y en sus ilusiones. Bucear por entre el limonar de su espíritu y coger el fruto que se le ofrece.
Tal vez nos extrañe al principio, pues, muy probablemente, no somos aquello que creemos ser. En gran medida porque los materiales que elegimos para reconocernos no dependen de nosotros. Casi todos cometemos el error de tratar de ser como los demás nos ven o desean vernos. Debemos aprender que la existencia está construida con materiales intangibles –todo aquello que merece realmente la pena no puede tocarse, si descontamos, casi huelga el comentario, a las personas y los objetos a los que amamos.
Leí una vez una frase de Paulo Cohello que decía que cuando alguien desea algo verdaderamente todo el universo entero conspira para que lo consiga. Soy de esa misma opinión. Y entiendo que no hay mayor búsqueda, mayor anhelo, mayor aventura que la búsqueda de uno mismo.
Esa búsqueda no se empieza, nos llega. No se halla nos inunda. Nos sacude, nos destruye y nos reconstruye. Nos hace nuevos de una manera definitiva. Depende de nuestra actitud, de nuestra capacidad de desterrar los mil rostros teatrales tras los que nos escondemos. Radica –de una manera fundamental– en despojarnos de nuestros prejuicios y nuestros miedos más íntimos.
No es un camino fácil. Esto es algo evidente. Pero es que vivir no lo es. Al menos en el sentido puro del término. Creo que hemos olvidado el valor del esfuerzo, del sufrimiento como motor de crecimiento. No se trata de envolvernos en él sino, una vez sucedido, en sacar lo que nos ofrece: capacidad de lucha, de supervivencia. Eso que algunos llaman: el coraje de vivir. Y al que llegamos sólo si somos capaces de vivir con intensidad, de aceptar lo bueno y lo malo con lo que se nos obsequia. Y digo obsequia porque no debemos olvidar que no hay mayor regalo que la vida. No la tiremos por la borda, no la dilapidemos. Vivamos, sí pero también seamos. No se trata de ser esto o lo otro, se trata, en última instancia, de ser o no ser. Pues vivir de espaldas a nosotros mismos puede llamarse cualquier cosa menos vida.
sí sí...eso es...yo te entiendo tanto!
Eso es porque usted está SOLO EN LA PAYASADA!!!
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