lunes, 26 de febrero de 2024

¿Somos lo que vivimos?


"Cuando morimos no nos llevamos nada", consigna recurrente para recordarnos que no vale la pena apegarnos a nada, en especial bienes materiales, porque según dicen, no somos lo que tenemos sino que a fin de cuentas "somos lo que vivimos", el cúmulo de experiencias: lo comido, lo bebido, lo bailado y más ...
Pero hoy tuve una experiencia que puso en cuestión esta aparente "verdad".
Tocó visitar la tía, la que nos queda del lado de mi papá (también hay otro tío con el que juntos sobreviven a lo que fueron en su momento 14 hermanos).
La señora que cuida a la tía le avisó que ya había llegado su sobrino. Salió caminando del cuarto para ver quién era el tal sobrino. Por unos minutos la entrevista fue sobre quién era yo, de quién soy hijo y cómo se llaman mis hermanos.
Después de recitar los nombres en orden cronológico (soy el menor y procede por tanto mencionarme de último) se le iluminó la cara y repitió mi nombre y me dijo que ya sabía quién era yo.
Nos sentamos a la mesa y la tía muy contenta me fue contando muchas cosas. Que se sentía muy bien, que la veía un médico buenísimo, que tomaba ya 9 pastillas por día, que para tener 70 años la gente le dice que se ve muy bien. Me atrevo a interrumpirla y le digo que hasta donde yo entendía ella tiene más años. Se queda mirando como para el aire y al rato dice, sí cierto, son 76 (en realidad tiene 96!!!!).
Me cuenta muy contenta que todos los días sale con "ésta" a caminar (nunca dijo el nombre de la señora que la cuida todo el día, le da comer, le ayuda a bañarse, quizá la persona con la que más tiempo pasa, simplemente era "ésta"). En fin, "con ésta salimos y caminamos tamaño poco todos los días" (cosa que desde hace mucho tiempo no sucede).
Después me cuenta que hace poco fue a una cita al hospital y el doctor después de valorarla le dio orden de internamiento pero ella le dijo que no, que no se podía quedar, que primero tenía que ir a la casa.
"Entonces me vine y aquí estaba Edwin (mi papá que este año cumple 30 años de haber fallecido) y me dijo que por qué no llamaba a un doctor buenísimo que había en San Pablo" (de León Cortés, su pueblo de origen que hace muchos años no visita).
Entonces lo llamó y el doctor de San Pablo rapidito la atendió y dio con lo que tenía, le recetó medicinas y le dijo que con eso ya no era necesario internarse.
También me contó que mis hermanos la habían visitado hace poco "allá" (cierto que la visitaron pero en la casa en la que siempre ha vivido, pero ella cree que está en otra casa).
Y así saltamos de una historia a otra, todas tejidas con pedazos de experiencias, algunas pasadas de hace muchos años, otras recientes pero con personajes fallecidos hace mucho tiempo, otras que no se sabe de dónde salieron, pero lo lindo fue que la tía se veía muy contenta contando y contando, al punto que no comía de su plato por estar hablando.
Cuando salí me acompañó hasta la puerta, me agradeció con mucho sentimiento la visita y me dio todas las bendiciones a su alcance, las que con mucho gusto le recibí.
Y la tía se me quedó pegada en la cabeza y el corazón, y todo el día pasé pensando en ella, en lo contenta que se veía contando y contando cosas que no habían sucedido pero que ella experimentaba como ciertas.
Y me cuestioné eso de que somos lo que hemos vivido, porque a fin de cuentas, en cierto momento de la vida cuando ya se tiene mucho camino andado, somos lo que la bioquímica de nuestro cerebro permita o quiera recordar.
Llega un punto en que somos ese libreto que nuestra cabeza por alguna razón se inventa, y bueno, desde siempre hemos sido la historia que en nuestra cabeza escribimos y tejemos, y conforme pasan los años cambiamos y alteramos el libreto y revolvemos lo vivido con lo imaginado y quizá con lo deseado y tal vez con lo temido...
Y vuelvo entonces con las experiencias. Si tan importante es vivirlas porque es lo que nos llevamos, ¿qué tanto sentido tiene que al final las olvidemos o las confundamos o las revolvamos todas quedando una versión muy distinta a lo que fueron????
Entonces caigo en cuenta de dos cosas más profundas pero también más básicas y simples:
- Somos lo que en este instante vivimos, experimentamos y sentimos. El tan mentado "tiempo presente" el "aquí y el ahora". Es eso lo único que hay.
- Si terminamos siendo el libreto que nuestro cerebro decida armar con pedazos de nuestras experiencias, me seguiré ocupando de vivir con la mayor plenitud posible las experiencias que me depare la vida: las que desee, las que provoque y procure que sucedan con toda la intención, pero también las que me caigan encima sin yo buscarlas. Al menos así mi cerebro tendrá un muy buen stock de donde armar historias, revolver cosas e inventar nuevas experiencias que disfrutaré como vividas aunque quizá nunca hayan sucedido.

miércoles, 1 de abril de 2020

El coronavirus nos está dando la razón

Vivimos momentos de crisis, inéditos, muy veloces y de escala mundial. Lo que tanto se viene diciendo de que estamos subidos en el mismo barco, hoy toma un significado más que tangible. Que no todos viajamos en las mismas condiciones en ese barco también está quedando más que claro.

Se dice que en situaciones excepcionales y extremas queda en evidencia nuestra verdadera naturaleza, quedamos desnudos al sentir, pensar, hablar y actuar casi de forma reactiva e impulsiva. De ahí que una crisis de tal magnitud está sacando y poniendo en evidencia, sin mayores tapujos, lo mejor y lo peor de nuestro rostro humano.

De todo lo que se está develando ante nuestros atónitos ojos expectantes, me llama mucho la atención un fenómeno también muy humano: la necesidad de afirmar nuestras certezas y encontrar evidencias incuestionables que confirmen que en efecto teníamos y tenemos “la razón”, como si solo una hubiera o como si esta existiera en forma pura e incólume.

Me resulta curioso ver desfilar las odas y aplausos al “Estado Social de Derecho” y a la “institucionalidad pública”. En esta misma dirección desfilan los más viscerales ataques al “neoliberalismo” y sus “verdades impuestas”. Según se argumenta en estas filas, la crisis global del coronavirus les está dando la razón.

Curioso también resulta leer a otros que con igual contundencia encuentran en esta crisis la afirmación incuestionable de sus consignas y propuestas para reducir el aparato estatal a un mínimo funcional, resguardar la integridad de la dinámica económica y dejar que sea ésta la que contenga las turbulencias y “nos salve” de la hecatombe. Igual en esas filas se levantan banderas y consignas viscerales en contra de los “estatistas”, los “socialistas”, los “gobiernistas” y cuanta etiqueta se les ocurra inventar para nombrar a sus adversarios.

Curioso resulta también que los del primer grupo contadas veces valoran, cuestionan o reconocen el origen de los recursos que permiten la concreción de sus propuestas, a la vez  que los del segundo grupo tampoco ven o reconocen que necesitan de un Estado (a su imagen y semejanza) que conduzca la nave hacia las aguas de su interés.

Aparecen también clarividentes que desde meses o años atrás lo venían diciendo de muchas formas. Hoy sus relatos son auténticas profecías que se cumplen casi a cabalidad ante nuestro asombro. Quienes son de afinidad apocalíptica, ven en el devenir de los hechos incuestionables señales del fin de los tiempos; y los creyentes en “la ciencia” (que también tiene su buena cuota de fe) nos brindan día a día sus teorías y explicaciones.

En la acera ambiental y del cambio climático, como nunca antes y en bandeja de plata ven suceder ante sus ojos un “experimento” de escala global impensable hace algunos meses: apagar casi del todo la actividad humana contaminante y constatar los efectos positivos sobre las especies, los ecosistemas, la temperatura, la calidad del aire, la capa de ozono y un sin fin de señales que hasta hace poco para muchos incrédulos, eran hipotéticas. A ellos también el coronavirus les otorga la razón, aunque también les cuesta ver que el “apagón” de las actividades económicas que de buena y mala forma resolvían el sustento de la “tribu humana”, más temprano que tarde provoca una fuertísima presión sobre los recursos naturales que nuevamente podrían seguir siendo consumidos y devorados de forma no sostenible.

Y cuando todo esto pase, ¿en qué habremos cambiado, si continuamos con el pleno convencimiento de que tenemos la razón? . . . Ya se ha dicho de muchas formas que igual no volveremos a ser, que esta es una de muchas otras que vendrán y que tendremos que desarrollar las capacidades para adaptarnos y sobrevivir (una vez más) a estas nuevas condiciones.

Quizá lo que podamos aprender de todo esto (entre muchas otras cosas), es reconocer que como parte de nuestra condición humana padecemos una especie de “daltonismo ideológico” (también religioso, político o económico), que nos hace ver con mayor énfasis unos “tonos” y “colores” a la vez que nos impide reconocer otros. Para colmo de males, no solo existe un tipo de este “daltonismo” sino varios y diferentes, lo que quizá pueda explicar que aunque estamos en el mismo barco y habitamos el mismo mundo, lo vemos y explicamos de formas completamente diferentes.

“Sesgo de confirmación” le llaman a este fenómeno. La tendencia a seleccionar y usar la información que confirma nuestras creencias y verdades, a la vez que filtramos y desechamos cualquiera otra que las cuestione o ponga en entredicho. Comprensible comportamiento si nos reconocemos necesitados de seguridad y de certezas, así se construyan estas muchas veces con espejismos.

Si reconocemos y ponemos en evidencia nuestros “daltonismos” (los nuestros y los de “los otros") y hacemos el esfuerzo de comprenderlos, tal vez logremos construir y desarrollar una mejor forma de ver y entender nuestro mundo. Tal vez ese sea el pasito para adelante que logremos dar, admitiendo eso sí, que quizá nadie tenía toda “la razón”.

sábado, 18 de febrero de 2017

La consola

Después de más o menos 30 años de inútil bodegaje, hoy vendimos la consola de la casa de mi mamá. Para las nuevas generaciones y no tan nuevas, una consola es como el equivalente de un equipo de sonido pero de las familias de San José (y de Desampa en este caso) a finales de los 60 e inicios de los 70 (¡¡del siglo pasado !!!!!!).

Es más un mueble con parlantes incorporados, un tocadisco y un panel de control de sintonía de radioemisoras. Hacía juego con el televisor Hitachi de 4 patas ("de tubos"), blanco y negro, que había que esperar que se calentara para comenzar a ver algo y que se terminó de morir cuando las franjas negras superior e inferior de la pantalla terminaron por invadirla toda (los que me entienden sabrán de lo que hablo).

Ni qué decir de la refri Admiral amarilla, super rayada y gastada la pobre (porque las refris eran para toda una vida), que tenía la importante función de secar las medias, camisas y pantalones de los uniformes de esocolares y colegiales con su parrilla caliente que tenía en la parte de atrás.

Pero volvamos a la consola. Decía mi madre que ella trabajaba en Sylvania y que las fabricaban y vendían por montones, generalmente enchapadas con "formica" imitación madera oscura. Pero resulta que una serie forrada en "formica" blanca no se vendía, entonces las ofrecieron a los empleados a precio de oferta y seguramente con facilidades de pago. Fue así como tan suntuoso aparato fue a dar a la casa, calculamos que como en 1972.

Llegó antes de yo nacer, de modo que para mí fue un hecho dado que ya estaba ahí desde que tengo memoria. Recuerdo que se escuchaba los noticieros de Radio Reloj con absoluta devoción y rutina. Cuando el locutor decía "12 del día en Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, México y Chicago, 13 horas en La Habana, Quito y Panamá . . ." seguido del solemne Ave María, para ese momento ya había que estar bañado y terminando de comer para salir corriendo a la escuela.

Ni qué decir las noches de Año Nuevo con el clásico "10, 9, 8, 7, 6 . . . FELIZ AÑO NUEVO 1978 !!!!!!!!". Recuerdo un día en particular que mi madre cocinaba y en la consola sonaba el noticiero de Radio Reloj y de pronto se lanzó a subirle el volumen cuando el locutor decía con insistencia "¡¡¡hay Papa, hay Papa, tenemos Papa . . . hay Papa, hay Papa, tenemos Papa !!!!!" y yo no podía entender por qué el locutor anunciaba que había papas (yo imaginaba las de comer por supuesto), pero más me extrañaba la emoción y euforia de mi madre. No sé si habrá sido para cuando nombraron a Juan Pablo primero o el segundo, ambos en 1978.

Recuerdo que cuando yo hablaba o interrumpía me decían, "cállese que estamos oyendo las noticias", y yo decía, "¿pero entonces cuándo pueblo hablar??", "¡cuando digan los anuncios!" me decía mi mamá o mi papá, y así aprendí a diferenciar noticiero de anuncio y me recuerdo perfectamente uno: "Ropa íntima Ana, no somos lo mejor del mundo pero cubrimos lo mejor del mundo, fábrica de ropa íntima Ana" . . . mire usted lo que termino de entender a estas alturas !!!!

Recuerdo una Navidad en particular en la que mi papá compró discos "lonplei" (LP) y tenía una canción que decía "Son tus perjúmenes mujer, los que me sulivellan, los que me sulivellan, son tus perjúmenes mujer" . . . "y que viva Quincho Quincho Barrilete, el infantil de mi ciudad" . . . y "por ser primero de enero" y algo de "es el aguinaldo cariñoso, que nos manda el tío Sam" ...

Tiempo después la noticia de que derrocaban a Somoza en Nicaragua y la felicidad y emoción que eso generaba.

Había también unos discos de Glen Miller (que no me explico de dónde salieron) y el disco de Heidi, que no podía faltar con "Copo de nieve", "Pedro", "Abuelito dime tú" y demás éxitos del momento.

Qué impresionante cómo un objeto nos puede despertar tantos recuerdos y vivencias. Dice mi hermana que ella recuerda una vela que se hizo en la sala de la casa y que el ataúd se puso encima de la consola !!!!!! Bueno, un tercer uso no previsto por los fabricantes.


Una vez más los objetos se dañan, se deterioran, se almacenan sin uso hasta por 30 años, pero los recuerdos y las vivencias se mantienen intactas. ¿Qué cosas no?

martes, 28 de junio de 2016

El valor de un instante

Hoy mi sobrina Gabriela Alfaro se encontró esta foto en su celular. Fue el 20 de setiembre de 2014. Después de muchos meses de intentos, mi hermano Edwin había logrado encontrar un cliente para mi carro, aquel Toyota verde con el que tantos viajes había disfrutado andando por todo el país y fuera de éste.

Como casi siempre, las mejores cosas suceden cuando no se planean. Llegué a la casa de mi madre muy contento a contarle que por fin habíamos logrado vender el carro. Ella estaba con mi sobrina. Impulsivamente les dije: "Vamos al teatro para celebrar" y sin pensarlo en minutos ya íbamos camino a San José sin saber a cuál teatro iríamos ni cuál obra veríamos.

Terminamos en el de María Torres que tenía la obra "Toc toc". Solo quedaban dos campos y éramos tres y la negociación fue ardua pero lo logramos y nos dejaron pasar. Nos reímos montones y salimos muy contentos.

Otra vez impulsivamente dije: "Vamos a comer" y como andaba con la percepción de que tenía dinero en la cuenta, terminamos en el Tin Jo que queda a la vuelta del teatro. "¿No va gastar mucho?" preguntó mi madre. "Un poco, pero un carro no se vende todos los días y hay que aprovechar".

Nos pasaron a una mesa redonda y el ambiente era cálido y acogedor. Comimos, reímos, comentamos la obra, y como es costumbre de estas nuevas generaciones, mi sobrina nos tomó esta foto con su celular.

Fue la última vez que mi madre fue al teatro. Ninguno de los tres imaginaba que nueve meses después nos estaríamos despidiendo para siempre.

¡¡¡Cuánto disfrutamos esa noche, qué rico que comimos!!!!! Qué dicha que supimos aprovechar al máximo ese instante, a fin de cuentas eso es lo único que nos llevamos, a fin de cuentas es lo único que nos queda.

viernes, 22 de abril de 2016

La casa



La casa, mi casa, nuestra casa, la casa de mami . . . este domingo se cumplen 10 meses del día en que mi madre salió por ultima vez de esta casa. La casa que hicieron mis padres hace 50 años por partes y a empujones, la casa donde nacimos y crecimos, donde llegamos a ser 7 con mi abuela Toña, y 8, 9, 10 y más según fueran los visitantes del momento.

Con el corazón en la mano la fuimos desocupando hasta que llegó el día de hoy en que otras personas la usarán por unos meses.

¿Cómo borrar la huella que mis padres dejaron en cada detalle de esta casa, cómo silenciar tantos recuerdos?, ¿cómo "vaciar" este espacio que por 50 años albergó un proyecto de familia ? . . .


Me consuelo imaginando a mi madre, siempre tan práctica y directa diciendo: "¿y diay? ¿todavia no la han alquilado?? ¿qué están esperando ????"

"Vaciar" la casa me recuerda que las principales huellas de mis padres no son las materiales, las huellas más valiosas somos nosotros mismos, mis hermanas Ana y Eli, mi hermano Edwin, mis sobrinas Gaby, Karen y Paula.

Somos herederos y herederas de un proyecto de familia, de un proyecto de vida basado en el esfuerzo, el trabajo digno y la solidaridad y apoyo que nos podamos brindar unos a otros. Eso no se añeja, no se puede "vaciar" ni borrar, eso se lleva dentro y es como el combustible que nos da fuerza para levantarnos cada día.

miércoles, 24 de febrero de 2016

El tiempo de antes

El otro día tuve el honor de compartir una linda conversa con Ana Isabel Brayan de Puerto Viejo (conocida como Mami), sobre cómo era la vida de la gente del Caribe Sur antes de que llegara la calle, la electricidad, la tele, el pavimento, los buses, los carros y el turismo.

Cuando se viajaba a Limón por mar y se tardaba casi dos días porque se pasaba la noche en Cahuita. Cuando en apariencia nadie tenía nada pero tampoco les faltaba nada.
Cuando el pueblo entero caminaba por un trillo hasta Manzanillo para asistir a un funeral, o se caminaba casi hasta Hone Creek para tomar el camión que con dificultades los llevaba hasta Penshurt para tomar el tren hacia Limón.
Hacer posible la existencia en medio de esa selva no fue tarea fácil. Cuando vi estos cuadros me parecía estar escuchando los relatos de "mami" sobre la vida en esos tiempos.















jueves, 24 de diciembre de 2015

Ni Marklin ni Lego

Desde siempre amé los trenes. Cualquiera, donde sea y cómo sea, hasta el día de hoy me obsesiona una profunda admiración por los trenes. Podría ser asunto “genético” heredado de mi abuelo materno quien trabajó de liniero en el Ferrocarril al Pacífico hasta el último de sus días; pero murió tan joven que no lo conocí y por lo tanto nunca lo vi ni conversé con él.

Como todo niño de San José que aprecia los trenes, infinitas veces fui al segundo piso de la librería Lehmann donde exhibían lo último en trenes a escala marca Marklin. Absorto quedaba de ver las locomotoras, los vagones, las estaciones, los postes, las montañas, los túneles y la gran maqueta donde se apreciaba el movimiento cíclico del tren. Simplemente extasiante. . . horas de horas podía pasar viendo tal espectáculo.

Otro delirio infantil era ver los “legos”, esas piecitas de colores con las que se podía armar lo que fuera. Me parecían tan maravillosas. Me encantaba ir y ver las grandes composiciones que se armaban con legos.

Creo que jamás pasó por mi mente pedir que “el niño me trajera” un tren Marklin o un set de legos grande, pues con solo ver los precios era obvio que esto era imposible, pero una navidad se me ocurrió pedirle a mi papá que me hiciera un tren de madera. Él era ebanista y se dedicaba a fabricar muebles, por lo que yo sabía que le estaba pidiendo algo posible. Claro, lo pedí infinita cantidad de veces y acudí a todas las medidas de presión imaginables, pues el señor era de lenta respuesta.

Cuál fue mi sorpresa un día darme cuenta que mi papá estaba cortando piezas pequeñas para armar el tren. ¡Qué emoción más profunda!!!, yo no cabía dentro de mí de la felicidad. Al igual que los muebles, se tomó su tiempo. Cada pieza fue debidamente lijada y pulida. No tengo idea de dónde sacó el modelo pero mi papá armó una locomotora y como seis vagones de pasajeros (con ventanitas y techo redondito). A cada vagón le puso cuatro rueditas de madera, cada una fijada con un clavo. Unió los vagones con un sistema de ganchitos metálicos y pasadas muchas horas y creo que como dos días, quedó terminado mi tren de madera.

Por decreto infantil se estableció que mi tren era el de Limón. Viajé cientos de veces de San José a Limón y viceversa. Al igual que el verdadero, salía a las 11 am, paraba en Cartago, Turrialba y Siquirres. En Siquirres cambiaba de locomotora diesel a una eléctrica (que yo mismo había armado con otros tucos). Cruzaba las llanuras de bananales y como a las 6 pm iba llegando a Limón. Era tanto lo que me arrastraba hincado jalando el tren por toda la casa que recuerdo que mis rodillas eran oscuras y callosas.

Conforme pasaron los meses el tren se fue sofisticando. Con témperas lo pinté de azul con una franja blanca y roja (igual que los de verdad). A cada vagón le pegué en un cuadrito el logo de FECOSA (Ferrocarriles de Costa Rica, S.A.) hecho por mí con lapicero azul y rojo. Con témpera blanca le pinté el número a cada vagón y la máquina era la 85.

No sé si fue para la siguiente navidad, pero en el librito de “Escuela para todos” sacaron una nota sobre un juego de tucos de madera, de diferentes formas geométricas, de fácil fabricación, con el que se podían armar múltiples figuras y edificios a escala. ¡Dios mío, cómo fui yo a ver esto!!! Por supuesto que comencé el lobby y las medidas de presión para que mi papá lo fabricara.

Se lo expuse formalmente un día en la mesa, pero a como era su estilo, no dijo ni sí ni no. Se lo seguí solicitando de todas las formas y yo no veía respuesta alguna. Opté entonces por una estrategia más sutil: le pondría el libro abierto en la página que me interesaba, debajo de sus cobijas, para que cuando se fuera a acostar se lo encontrara y recordara mi petición. Creo que esta estrategia fue efectiva, pues faltando pocos días para la navidad mi papá comenzó a fabricar el set de tucos… ¡ y ese fue mi regalo esa navidad !!!!

¡Ahora sí que conquistaría el mundo!!! ¿Qué más me hacía falta si ya lo tenía todo?: Un tren y un set de tucos para construir lo que yo quisiera. Construí múltiples versiones de la estación del Ferrocarril al Atlántico (les juro que me quedaba igual), la estación de tren en Limón, iglesias con campanario, iglesias con dos torres, edificios de hasta 14 pisos, el puente sobre el Río Reventazón (sobre el que pasaba el tren por supuesto) y hasta el Codo del Diablo recuerdo haber recreado con mis famosos tucos.

Con el aserrín del taller simulaba montañas y mi tren cruzó más de un sofisticado túnel. Oh por Dios, cuán feliz fui jugando horas de horas con los tucos y con el tren. Ni Marklin ni Lego, pero les aseguro que gracias a mi papá y su cariño y paciencia, yo tuve los juguetes más hermosos del mundo.

La verdadera colacha

Navidad navidad, ni me fu ni me fa. Siento especial repulsión por la vorágine de compras y de consumo en que se convirtió esta celebración y por años eché todo en un mismo saco y al estilo del mejor “Grinch” odié la navidad.

Con los años (que ya vienen siendo muchos), decidí rescatar lo que sí me gusta y comencé a disfrutarlo: los tamales, el portal, el pretexto para estar juntos y cenar esperando que sea la media noche, el rompope, el friíto de San José, los lindos recuerdos, el ratico para la buena conversa, el descanso y uno que otro paseíllo.

Esta navidad es diferente, es la primera en que no está mi madre con nosotros y la avalancha de recuerdos y sensaciones es inevitable. Recuerdo mis nochebuenas de niño cuando aún creía en Colacho y esperaba con ansias los regalos.

Después y no muy grande entendí que la Colacha verdadera siempre fue mi madre que estiraba la plata y hacía malabares para que todos tuviéramos “alguito”. Mi papá también fue el otro Colacho que aportaba la plata pero él no se complicaba en compras y “estiras y encoges” para que alcanzara de la mejor forma.

Recuerdo en especial dos navidades. En una pedí “que el niño me trajera” un bus (de juguete por supuesto), pero como buen hermano menor se me ocurrió que el tal bus tenía que tener un sin número de características que lo hicieran auténtico, como uno de verdad pero en pequeña escala. Añitos después se me metió pedir un avión, pero tenía que ser lo más parecido a los de verdad.

En ambas navidades mi madre caminó junto conmigo cuadras de cuadras de cuadras de San José buscando los mentados juguetes para su niño caprichoso y demandante. Que este no porque parece muy de juguete, este tampoco porque no me gusta el color, este no porque es muy grande, este es muy pequeño y así íbamos de tienda en tienda, subiendo y bajando gradas, cuadra tras cuadra.

Hoy, cuando después de una hora de estar en un súper o en una tienda lo único que deseo es salir corriendo porque no aguanto más el “dolor de patas” por estar tanto de pie, me recuerdo de mi madre y su inagotable paciencia. ¿Cómo me fue a tener tanta paciencia? Simplemente no me lo explico.

El bus fue el mejor, el más maravilloso. Hice miles de “viajes” imaginarios jalando pasajeros de un lado para otro, incluso fuera del país. ¿Y el avión? ¡ufff!!!, no tienen idea cuántos despegues y aterrizajes sorprendentes logré con él. Era anaranjado y de la compañía CP Air. Hace como tres años, luego de una larga discusión con mi ego los regalé. Estaban empacados en cajas ya por muchos años. Se veían como nuevos pero consideré que así como me hicieron muy feliz a mí, podrían alegrar la imaginación de otros niños que los estuvieran necesitando.

Se los di a una señora que tenía dos niños varones. Intenté explicarle lo valioso que eran para mí, le dije que en esas dos cajas le estaba dando como la mitad de mi niñez y le dije que me sentiría muy contento si otros niños disfrutaban de esos juguetes tanto como yo lo había hecho.

Y así, fueron a dar a un pueblo que se llama Bananito Sur en Limón. Hoy recuerdo estos juguetes con mucho cariño y por fin comprendo que lo más valioso no eran sus características materiales o lo sofisticado de sus sistemas de baterías. Lo más valioso es re descubrir que estos regalos fueron posible gracias a la paciencia y el amor de la verdadera Colacha que se esforzaba y esmeraba por conseguirlos.

Pasito

Una amiga muy querida me replanteó la composición tradicional del "pasito" y lo acomodó así: María está en labor de parto asistida por su marido José y dos ayudantes, mientras que el tercero anda consiguiendo comida para alimentar al grupo.

Me gustó el enfoque y me percaté que de esta historia se dice tanto del niño y el nacimiento que de pronto se olvida a la madre, su embarazo y su labor de parto, y no en cualquier condición, sino como migrantes desplazados, en tránsito, en medio de una zona en conflicto; migrantes desplazados como los de Siria y de África que hoy intentan llegar a Europa.

Cuántas Marías han habido desde entonces, cuántos Josés y cuantos Jesús que en medio del dolor y la angustia, nos devuelven la esperanza a pesar de los pesares.

Que no se nos olvide la historia original, la de la sencillez, la de la paradoja; que las cosas más maravillosas y espectaculares suceden en el lugar menos pensado y hasta en las peores condiciones.

Esta es la navidad en la que creo y ya sabiendo eso les deseo a todos y todas una muy Feliz Navidad !!!!!!

viernes, 14 de agosto de 2015

Cumpleaños

Esta singular foto es de mi madre, cuando tenía casi 34 años, allá en el año 1973, en el té de canastilla que las compañeras de trabajo le organizaron, imagino que algunas semanas antes del 14 de agosto, día en que nací yo (su cuarto y último hijo).

Por cuestión de horas, mi cumpleaños casi cae en el día de la madre, lo cual nos generó siempre cierta fusión de celebraciones y una especie de "intercambio" de regalos.

Hoy ella descansa en paz, pero le dedico mis 42 y agradezco a Dios y a la vida por su legado y por su eterna huella que apenas comienzo a descifrar.

Por todo . . . ¡¡¡ GRACIAS !!!

viernes, 24 de julio de 2015

Y la vida siguió . . .

"Y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido" . . . canta Joaquín Sabina haciendo referencia a que la vida continúa a pesar de las pérdidas que sufrimos.
Hoy se cumple un mes de la partida de mi madre con el Señor y por ratos me cuesta creer que ya no está.

Minuto a minuto reconstruyo los últimos instantes de su vida y como quien pega retazos de tela, trato de armar una lección, un aprendizaje, un consuelo o una explicación que alivie su ausencia.
Y por mi mente pasan frases y palabras que dijo tanta gente que la quería: "nos deja una gran lección y es que también hay que preparar la muerte", "así como hay que saber vivir, hay que saber morir", "partir no tiene por qué ser feo", "para partir bien y tranquilo hay que haber vivido bien y estar contento con la vida".

Y bueno, la emblemática de ella que por tantos años dijo y repitió: "morir no me da miedo porque sé para donde voy".

El día de la vela un amigo dijo algo que ronda por mi cabeza: "en esta vida nos organizamos y preparamos para muchas cosas que son inciertas, pero para la muerte que es lo único seguro que tenemos, no preparamos nada".

¿La certeza de la muerte le da sentido a la vida? o ¿reconciliarse y aceptar la vida es lo que le da sentido a la muerte?

Vida y muerte no son opuestos sino complementos, como las caras de una misma moneda.

Y bueno, estos son algunos de los retazos que por el momento voy pegando uno con otro; algo bueno saldrá al final de todo esto.

martes, 7 de julio de 2015

Como si fuera la última . . .



Fuimos de paseo a las aguas termales, pero esta vez no escatimamos en nada porque lo hicimos pensando que podría ser la última. Nos quedamos de un día para otro en una cabaña familiar con todas las de ley, dormimos y comimos como reyes, estuvimos en las piletas de agua caliente hasta quedar con la piel arrugada, pagamos un masaje especial para cada uno y para ella reservamos dos. En el viaje de ida y vuelta paramos donde quisimos y la pasamos mejor que nunca.

Otro día salimos a caminar una mañana porque le recomendaron asolearse. Lo hicimos a paso muy lento y no nos importó lo que durara porque podría ser la última vez que lo hacíamos. Fuimos al banco, saludó a toda la gente conocida que se topó, caminamos a la carnicería, luego a la verdulería. A lo largo de tres cuadras me fue diciendo los nombres y apellidos de las familias que originalmente vivían en cada lugar. Me señaló con detalle una de las casas de su infancia y después de las compras nos regresamos a la casa.

También fuimos a la feria un sábado y compramos frutas y verduras como para dos semanas. Por fin encontramos la guanábana que por largo tiempo habíamos buscado y compramos una grande y deliciosa como si fuera la última que probaría. Regresamos en bus y una vez más viajó de gratis luego de mostrar la cédula que demostraba sus 75 años cumplidos.

Ese sábado no pudo esperar a que el almuerzo estuviera listo y se comió un banano. Alistamos filetes de pollo que se cocinaron lentamente con salsita de tomate natural. Tenían que quedar deliciosos porque podrían ser los últimos.

Y así por muchos días cada mañana saboreamos el café caliente con el pedacito de pan del día o el pastelito de pollo o el antojo del momento. Los desayunos cada vez fueron más largos y más lentos porque iban acompañados de tertulia, y no me importaba el tiempo que duraran porque cada desayuno podría ser el último.

Llamamos a una de sus amigas para que viniera a visitarla y le pedimos que le palmeara unas tortillas. Una vez más le quedaron deliciosas y sin levantarse de su cama se sentó y se comió una tortilla entera con guiso de ayote y un vaso de fresco.

Y fue la última.

Cuando su vida se terminó de apagar aquella mañana, pude comprobar que había vivido intensamente cada experiencia con la certeza de que podría ser la última, pero en lugar de sentirme triste me sentí en paz y satisfecho, y fue ahí cuando me percaté de lo hermoso que se vive cada día, cada minuto y cada experiencia, cuando se tiene la sospecha o la certeza de que podría ser la última.

Corte de pelo

Peluquero: "¿Cómo quiere que le corte el pelo?"

Don Vidal: "Callado".

Mientras estoy largo rato esperando en las sillas de una peluquería en Desamparados, me es imposible no recordar esta anécdota que mi mamá contaba sobre su padre don Vidal Araya, allá más o menos por los años 50.

lunes, 29 de junio de 2015

El otro parto

Los minutos y segundos valen oro.
Las alegrías son más simples, las tristezas toman otro matiz.


Las preocupaciones pasan a segundo plano.
Lo simple se vuelve mágico.

Se da gracias por TODO.
Preguntarse "por qué" deja de tener sentido.

Desayunar juntos se convierte en el mejor momento del día.
Cocinar se torna un privilegio.
Caminar 1 km significa un gran triunfo.
La fe es la base firme que nos sostiene.


El futuro deja de importar.
El presente lo llena todo.
El pasado es un recuerdo de detalles lindos.


No hay espacio para el miedo.
Soltar, dejar ir, desapegarse.


La partida se espera con paz.
La partida se vive con profunda gratitud y satisfacción.
La partida es como un segundo parto donde la vida nos vuelve a parir al más allá, y al igual que cuando vinimos al mundo, es una experiencia plena, única y maravillosa.

Jamás creí que partir pudiera ser una experiencia hermosa.


Gracias mami por permitirnos acompañarte en este último tramo de tu camino por esta tierra y dejarnos estas lecciones de vida tan maravillosas.

miércoles, 24 de junio de 2015

Hoy miércoles mi madre partió con el Señor.

“A la muerte no le tengo miedo porque yo estoy segura de que voy para el Cielo y allá me voy a encontrar con su papá”, nos decía con insistencia cada vez que hablábamos de este tema.

Hoy llegó ese día y allá estarán corriendo agarrados de la mano como en esta foto de cuando eran novios hace más de 50 años.


Gracias mami por todo todo todo. Te nos fuiste físicamente pero desde ya tu huella es eterna. Nos vas a hacer mucha falta, pero como también lo decías: “allá nos vamos a ver todos algún día”.

¡Te amo mi viejita linda!

lunes, 22 de junio de 2015

Lágrimas

"Mejor guarde esas lágrimas para cuando yo me muera" . . . me decía mi mamá cuando era niño y lloraba por largo rato sin ningún sentido.

¡¡Cuánta razón tenía!!

Ay mami, cuánto te he llorado, 
ay mami, cuánto te he llorado.

sábado, 27 de julio de 2013

Cronos

¿Qué hora es? ¿cuántos años tiene? ¿cuánto se dura llegando? ¿cuánto tiempo falta para que se cumpla el plazo? ¿cuántos días quedan? ¿cuánto tiempo llevamos en esto? . . . son algunas de las muchas preguntas cotidianas que nos hacemos sin cuestionamiento alguno.

El tiempo, el cronos (según el idioma de los griegos) es algo casi como un dios que todos asumimos que existe y contra el cual nada se puede hacer, pues su avance es inexorable. Siempre las entrevistas en la radio o la TV terminan diciendo "tenemos el tiempo en contra y nos queda solo un minuto". "Contra el tiempo", "contra reloj", "con los años encima"; pareciera que enjaulamos nuestra existencia entre los barrotes del lapidario e implacable dios del tiempo.

Pero afortunadamente esto no aplica para todos los humanos en todas partes del mundo. Alláaaa por el año 95 y más tarde por el 99 (¿ve como contamos todo con referencia al paso del tiempo?), la vida me dio la oportunidad de trabajar como voluntario en comunidades rurales lejanísimas en el norte y Atlántico de Nicaragua, país que por momentos uno siente que "se quedó pegado en el tiempo" (precisamente en el tiempo).

Con formulario en mano me pidieron que tomara datos de las personas que llegaran a solicitar servicios de salud. La fila era interminable y el absurdo formulario también, con sus ya conocidas y tradicionales casillas de "nombre", "primer apellido", "segundo apellido", "fecha de nacimiento", "edad" y bla bla bla. 

Sin perder "más tiempo" me puse a "levantar datos" lo más rápido posible para ver si se reducía tan abrumadora fila, y ¡sorpresa!!!!!, las señoras no sabían sus apellidos o tenían solo uno o me juraban que no tenían ninguno. ¿Pero cómo que no tienen apellidos???... pero rápido comprendí que eso es perfectamente posible en un contexto de post guerra como este, así que proseguí con las infalibles casillas de "fecha de nacimiento" y "edad".

¡Sorpresa!!!!, las señoras no sabían cuándo habían nacido, es más, tan siquiera me entendían la pregunta que les hacía a pesar de todos mis esfuerzos por "limpiar" mi acento de tonos y sonidos extranjeros que ahí quedan de sobra, como el exceso de "s" y las "erres" arrastradas que tanto nos delatan a los ticos. 

Entonces me pasaba a la siguiente casilla y les preguntaba "¿cuántos años tiene usted?", o "¿hace cuántos años nació usted?" y la mirada de asombro era indescriptible. La coordinadora al ver mi fracasada lucha me dijo al oído que cuando no saben la fecha de nacimiento se anota primero de enero del año que más o menos calculemos en que nació cada señora.

Creo que llevaba como diez minutos y apenas iba por la cuarta casilla de la primera señora de quien había podido anotar solamente su primer nombre. Ante mi ansiedad y cara de frustración la señora tímida y de poquísimas palabras tuvo una brillantísima idea. Se volvió hacia una viejita que estaba sentada y le dijo "¡máma!! ¿cuánto jaños tengo yo?", y la señora, con toda la paciencia del mundo como si solo ellas dos existieran, miraba para arriba como hacia la nada o hacia el recuerdo y decía: "¿vó???, ejperáte, si la Carmen anda sobre loj treintaidó, la Cecilia sobre loj treinta, la Reina sobre loj veintiocho, la Vanessa sobre loj veintisei... mmm, entonce vó tenéj que andar sobre loj veinticuatro".

Entonces yo con cara de feliz y alivio anotaba en la casilla el número 23, pues ya me habían explicado que cuando la gente dice que está sobre x número, en la realidad está debajo o atrás de dicho número, así que esta mujer que andaba sobre los 24 tenía los 23 cumplidos. Seguí llenando el resto de las absurdas casillas de siempre y cuando pasé de la primera señora, ¡sorpresa!!!! . . . en la fila estaba también la Cecilia, la Reina, la Vanessa y todas las hermanas de la primera señora, cada una con sus respectivos hijos e hijas, siempre numerosos, de modo que la viejita que sin duda era la memoria histórica de tan gigantesca familia, me iba diciendo y corrigiendo los datos de sus respectivas hijas y así casi siempre había una matrona viejita que asistía la toma de datos de su gigantesca descendencia.

Yo corrí para que nos alcanzara el tiempo pues siempre se tenía un número de días definido para atender cada comunidad, pero las señoras no mostraban prisa alguna y parecía que no les importaba tener que estar en una gigantesca fila durante toda una mañana para que la doctora las atendiera y les viera a sus hijos. A ninguna la apuraba nada ni nadie.

Esta escena que por muchos años recordé como una señal de atraso, subdesarrollo y marginación de estas comunidades y poblaciones, ahora la recuerdo con otros ojos y desde otro lugar. Estas señoras, desde su pobreza y simpleza, no son esclavas del tiempo ni del cronos. No andan midiendo su vida desde los años y las horas, simplemente viven la vida día a día y paso a paso sin estar midiendo cuánto llevan y sin estar calculando cuánto les faltará. No, ellas viven el hoy y el presente tal cual se expresa con sus dichas y desdichas y tienen una profunda capacidad de aceptación de lo que es y lo que viene, y esto les da una paz y serenidad profunda y sorprendente.

Ellas no hablan de celulitis o de "llantas" o patas de gallo, ni de senos caídos y brasieres levantadores, ni de manchas en la cara ni de prevención de arrugas en el cuello o debajo de los ojos. Tampoco se hacen implantes de botox o rayitos en el pelo ni se tiñen las canas. Ahí no hay "trenes que las dejan" o que tempranamente "se las llevan" porque tan siquiera han visto un tren en su vida. Ellas no gastan sus energías en eso sino que viven resolviendo la comida de cada día, el "pan nuestro de cada día" que en esos lugares sería el "bastimento" (plátano verde) con su respectiva tortilla palmeada y la deliciosa cuajada.

Ellas no usan reloj ni dividen el día en horas. El día comienza cuando el sol sale y termina cuando se pone. Si acaso los gallos, los congos y los pájaros les recuerdan el amanecer y los grillos el anochecer. Durante el día se hace lo que se tiene que hacer en el día y cuando se acaba se hace lo que se tiene que hacer en la noche. El día y la noche siempre alcanzan para hacer lo que por generaciones se hace durante el día y la noche. ¿Y si algo no se hizo hoy?... entonces se hace mañana cuando sin duda alguna volverá a salir el sol.

Ellas, las mujeres pobres y desposeídas, las que ponen nombre a sus hijos cuando ya tienen varias semanas de nacidos porque esto es señal de que "pegaron" y posiblemente ya no se van a morir, las que paren hincadas con la ayuda de una matrona que sabe más de nacimientos que cualquier ginecólogo u obstetra, ellas que visten con harapos, que usan brasieres de tercera remendados y ajustados con tiras de tela que ellas mismas les añaden, que por toallas sanitarias usan trapos que lavan y reciclan hasta el infinito, que se embarazan y paren y se embarazan y paren a lo largo de su vida como por designio natural... ellas, las desdichadas del mundo, son libres de la cárcel del tiempo y no conocen del martirio del paso de las horas y los años, porque simplemente aprendieron a vivirlos tal cual como vienen, disfrutando las dichas y sobrellevando las tristezas.




jueves, 14 de febrero de 2013

Fragmentaciones

Lo mío es solo calidad pa, tranquilo, con confianza, usté sabe cómo es. Ya sabe, me busca, yo siempre ando por aquí.

¡¡¡ Mae, me robaron la cleta mae !!! de la choza mientras yo me bañaba. Todos estábamos y nadie se dio cuenta, tiene que ser gato casero.

Pa yo le consigo si quiere una gringa piedrera que usté hace lo que quiera con ella y le paga 'una línea' y nada más, al día siguiente nada pasó, no hay bronca, ¿me entiende? o si quiere le consigo una indita de allá de Talamanca bien jovencita, usté nada más me dice, tranquilo que conmigo usté está seguro.

"Se busca mochila extraviada en la estación. Color verde, marca Jansport, contiene pasaportes y documentos personales, se ofrece recompensa, no se harán preguntas."

Mae mataron un carajillo en el Cocos. Vino un mae en un carro, se bajó, entró donde estaban todos bailando, le dio un balazo en el pecho de un solo, se volvió a montar al carro y jaló, tan siquiera corrió, todo el mundo lo vio cuando se iba. Dicen que el carajillo se metió en terreno de otro y por eso se lo echaron. Tenía 15 años.

Rompieron la ventana de atrás y se llevaron lo que pudieron. Parece que no les dio tiempo porque quedaron muchas cosas de valor. Se llevaron atunes, sardinas, bolsas de comida, unos parlantes, la impresora, los binoculares nuevos, una botella de amareto, un salveque Totto, ¡ay no, la guitarra!!!!!! se llevaron la guitarra, ¿pero cómo??, se llevaron mi guitarra :( 

Mae ya sé quién se robó la cleta, es un primo que andaba por ahí y se metió con la piedra, tiene que estar cerca, jale a buscarla, no puede estar muy lejos.

Le cuido el carrito pa, bien seguro, bien cuidao, pero adelánteme algo pa, es que tengo mucha hambre. Yo de aquí no me muevo, este carro nadie se lo toca.

Mire, le voy a dar un consejo: Nunca más vuelva a pasar por este bananal de noche y de una vez le digo que si le sale algún mae y le hace señal de que pare, por nada del mundo pare, usted o da vuelta en U y se devuelve o de un solo acelere y atropéllelo, pero jamás pare.

Esas fueron las cabinas que quemaron. Alguien vino y les prendió fuego, era un cobro para un mae que vivía ahí, pero terminaron quemando todas las cabinas.

- ¿Buscan marihuana? 
- Eh, no no, no buscamos, solo vinimos un rato al parque.
- ¿Ah diay? ¿Entonces para qué se sientan ahí?

Ya me contaron todo. Fue un mae que vino y se metió y agarró a puñalazos en la cara a otro mae. Había una mujer ahí que lo vio todo y por eso se oyeron esos gritos. Los balazos que sonaron fue un vecino que disparó al aire para que el mae se jalara. El otro mae está hueiso en el hospi, dicen que lo están remendando en pedazos. Hace un año mataron al hermano y se la cantaron a él, es el que sigue. Ahora llegaron a cumplir.

Yo le voy a decir algo con mucha pena, pero yo sospecho que el que se metió a robar fue mi hijo porque anda en malos pasos. El otro día se llevó mi taladro y toda la herramienta. Yo le prohibí volver y le dije que no lo quiero ver más por aquí.

Lo que pasa es que esta casa era de un español que vivía con la esposa y los chiquitos pero el mae se tostó feo y la doña jaló con los güilas y lo dejó solo y ahí se alocó el mae y le dio por caminar chingo por la calle y traía viejas y se las cogía en el corredor y tuvo que venir la familia de él de España y se lo llevaron para internarlo allá. Ahora dicen que se murió y todo esto es de la esposa, pero nadie sabe nada de ella.

Sí, es prohibido meter cuadras a la playa pero como son de él nadie puede decir nada, usté sabe, todos lo respetan pero es por miedo. El restaurante es una mampara, el verdadero negocio es otro ¿me entiende? Por eso ese mae tiene cuadras, ese carro y ese bote.

Me da su cédula, abra la guantera, sáquele todo, saque las alfombras, mueva los asientos, qué hay en esa bolsa, abra la cajuela, qué es eso que lleva ahí, para dónde va, dónde vive, tome su cédula, muchas gracias.

- ¿Pero cómo cortaron todos esos árboles y tractorearon todo? ¿No es que ahí hay unas nacientes?. 
- Sí, pero es que como es él, nadie puede decirle nada.

¡¡Mae vimos su cleta!! La anda un mae que dice que se la vendió un indio por cinco rojos y una bolsa de perico.

Ahora en la Corte dicen que no encuentran el expediente, vea qué raro, que no aparece, que seguro se extravió. ¿No le suena raro? precisamente el expediente de este mae que es un protegido de él.

Aquí en territorio indígena es muy tranquilo, ya lo verá, pero le voy a decir algo, si ve algo extraño, por más raro que sea, no diga nada, no pregunte, siga en lo suyo y verá que nada le pasa.

Me vende doce picaportes grandes, seis aldabas de hierro gruesas, 1/4 de clavos de 4 pulgadas. ¿Está seguro que con esto reforzamos bien todas las ventanas?.

- Yo ayer vi a un vecino con una guitarra en un estuche negro, él vive por allá, ahí debe tener la guitarra todavía. 
- Uy, vamos a la policía para ir a sacar todo pero ¡¡ya mismo!!!

No lo quiero asustar, pero antes de mover el carro revísele las llantas y revise el suelo que no hayan clavos ni nada. Hay maes que ponen clavos para que se desinfle en el camino y mientras cambia la llanta le caen para asaltarlo.

¿Es esta su guitarra? 
- Sí, es esa :)

La impresora se la llevó un pirata y la empeñó. Pregúntele que él sabe dónde está.

- ¿Pero cómo que me cerraron la cuenta en dólares? ¿Por qué?. 
- Por reglamento, si la cuenta no se usa por un tiempo se cierra automáticamente, es una regla que por ley tenemos que acatar. 
- ¿Y ahora qué tengo que hacer para abrirla? 
- Tiene que traer un comprobante de sus ingresos y un recibo de algún servicio de su casa. 
- Pero yo trabajo por cuenta propia, ¿cómo hago? 
- Tiene que traer una constancia de un contador. 
- Pero ¿cómo es posible que ellos sí mueven sus millones por todo lado y nadie les dice nada y uno que la pulsea trabajando en la tierra todo el día le cierran la cuenta??? Ellos no le dan cuenta a nadie de dónde vienen sus ingresos y uno que trabaja honradamente tiene que andar comprobando todo y dando explicaciones por todo, esto no puede ser.

Lo que pasa es que ese mae es piedrero y recibió en herencia una tierra y ahora la está vendiendo en pedazos baratísima!!! Por eso aquel cortó madera ilegal para venderla y poder comprarse un lote. Dice que se va a pasar para allá.

- ¿Y ese carro quemado? 
- Eran unos maes que venían y cuando la poli los paró curiosamente alzó llama el chunche. Un señor les pasó un extinguidor y el mae lo descargó casi todo en el suelo, como que no le importaba. Algo venía en ese carro que les convenía que se quemara. Era un pathfinder.

- ¿Cuál carrera es fácil en la U?. 
- Ninguna, todas cuestan y son difíciles, por eso es que uno tiene que estudiar lo que le gusta, porque hay que esforzarse mucho. Por ejemplo ¿a usted qué le gusta?. 
- ¿A mí?, bueno diay no sé, a mí así gustarme gustarme ¡surfear!

- Sí señor oficial, esta bicicleta es mía, aquí están las facturas, aquí está la denuncia. 
- Está bien, pero ¿usted me puede colaborar transportando al sospechoso? es que estamos sin patrulla.

- ¿Y ese mae con ese chuzo de carro ? . . . 
- ¿Diay? usté sabe.

martes, 29 de enero de 2013

Flotar y fluir

Antes me parecía absurdo las horas que gastaba la gente flotando en el mar mirando para abajo con sus mascarillas puestas, hasta que hace como diez años me di la oportunidad de hacer "snorkeling" o buceo con mascarilla y descubrí el maravilloso e ilimitado mundo de los arrecifes, los peces y corales de infinitas formas y colores, toda una selva submarina igual o hasta más diversa y exuberante que la terrestre.

Desde esa primera vez me acostumbré a lanzarme al mar con el chaleco salvavidas ajustado en la cintura, con el fin de sentirme más seguro y mantener una buena postura al flotar. Cuando uno descubre ese maravilloso mundo submarino, lento, pausado y silencioso, poco le importa si la profundidad es mucha o si la costa o la lancha se encuentran cerca. Es como quedar absorbido por las maravillas de formas y colores, es como entrar en otra dimensión, en otro mundo.

Recientemente visité una playa donde hay cientos de estrellas de mar a simple vista. Maravilloso el color naranja intenso de estos animales sobre la arena blanca y las múltiples líneas luminosas que se forman en el fondo con la refracción de los rayos del sol. 

En esta ocasión llegué a este lugar caminando, por lo que no tenía salvavidas ni mascarilla. Ansioso por ver más detalles logré conseguir una mascarilla alquilada. Me la puse rápidamente y me lancé a navegar sobre las estrellas de mar hermosamente iluminadas por cientos de líneas de sol que serpenteaban en la arena del fondo.

Una vez más quedé maravillado de tan hermoso espectáculo. Aparecieron peces con líneas verticales amarillas y negras, y otros peces plateados alargaditos y puntiagudos que por "trompa" tienen como una espada. Luego de seguir uno de estos peces me percaté de algo sorprendente: Estaba sin el salvavidas ajustado en la cintura, pero igual flotaba y me desplazaba con total naturalidad.

¿Cuántos años haciendo snorkeling atado a un salvavidas cuando en realidad no lo necesitaba? Muchas veces me recomendaron que me lanzara sin el salvavidas para tener  mayor movilidad y flexibilidad, pero jamás me había atrevido. 

Fue ahí, en ese silencioso y apasionante pedacito de mundo submarino, que descubrí algo hermosamente maravilloso: estamos hechos y "diseñados" para flotar, para fluir y desplazarnos en el agua. Lo natural, lo instintivo, es que flotemos en el agua indistintamente de la profundidad del mar. 

Pero entonces, ¿cómo se aprende esto?, ¿es que acaso hay algo que aprender?... Descubrimiento número dos: lo único que hay que aprender es descubrir que ya sabemos flotar y fluir en el agua, y se aprende a flotar y fluir flotando y fluyendo, así de simple, así de complejo.

Esto me llevó al un tercer descubrimiento. Si no hay mucho que aprender para lograr esto, ¿por qué cuesta tanto esfuerzo atreverse a hacerlo?, y ahí descubrí algo no tan maravilloso pero sí muy importante: Es poco y muy simple lo que tenemos que aprender y descubrir pero es mucho y muy complejo lo que tenemos que desaprender.

"No puedo meterme en lo hondo jamás", "nadar y flotar sí, pero siempre donde pueda tocar el suelo", "sin salvavidas jamás, uno nunca sabe cuándo lo puede necesitar", "se ve bonito el mar, pero con solo pensar en lo profundo que es tan siquiera me atrevo a subirme a un bote".

Estamos diseñados para flotar y fluir, sobre los arrecifes, en las pozas de los ríos, en los lagos, en la vida misma; flotar y fluir como pez en el agua, dejarse llevar, descubrir que los pulmones bien llenos de aire son los mejores flotadores jamás inventados, y lo mejor de todo es que nacimos con ellos y los llevamos dentro.

Flotar y fluir... no se logra aprendiendo sino descubriendo que ya lo sabemos, pero se necesita desaprender el miedo, los mitos, los "jamases" y los "nuncas"; erradicar los "no sé" y los "no puedo". 

Flotar y fluir . . . navegar por la vida flotando y fluyendo, dejando ser, dejando existir. Solo así descubriremos el maravilloso, apasionante y apacible mundo que se esconde por debajo de lo aparente, de lo visible, solo así podremos descubrir los exuberantes corales de la vida y sus infinitos y maravillosos misterios y colores.

Flotar y fluir . . .