Genérico
No llegó sino que apareció, así como de la nada. Emergió de las profundidades o descendió desde los cielos, pero apareció.
Era flaco, feo y hasta medio pelón. Estaba muerto de hambre e imploraba por comida. No había nada que pensar y lo adoptamos, bueno, eso creímos y se quedó viviendo en la casa.
Contradiciendo lo que mis ojos veían, todos los días le decía que era lindo y que era el mejor y el más guapo, a la vez que le hacía cosquillas en medio de sus dos orejas de pico.
Y cual “efecto pigmaleón”, el gato creció, y se “empeló” y se engordó y se enchanchó y se expandió y se empezó a adueñar de la casa y de las cosas, y por supuesto de nosotros.
Y ahora hace lo que le da la gana y se hace lo que él dice, y solo una mirada tierna y suplicante le basta para que automáticamente le estemos sirviendo la comida.
Como debe ser, sólo come y duerme, y duerme y duerme; y cuando le da la gana exige cariño y atención, y cuando se cansa de uno, exige distancia y simplemente se va …
Ahora no sé si le tengo cariño o envidia. No sé si tengo un gato o más bien él me tiene a mí.