martes, 28 de junio de 2016

El valor de un instante

Hoy mi sobrina Gabriela Alfaro se encontró esta foto en su celular. Fue el 20 de setiembre de 2014. Después de muchos meses de intentos, mi hermano Edwin había logrado encontrar un cliente para mi carro, aquel Toyota verde con el que tantos viajes había disfrutado andando por todo el país y fuera de éste.

Como casi siempre, las mejores cosas suceden cuando no se planean. Llegué a la casa de mi madre muy contento a contarle que por fin habíamos logrado vender el carro. Ella estaba con mi sobrina. Impulsivamente les dije: "Vamos al teatro para celebrar" y sin pensarlo en minutos ya íbamos camino a San José sin saber a cuál teatro iríamos ni cuál obra veríamos.

Terminamos en el de María Torres que tenía la obra "Toc toc". Solo quedaban dos campos y éramos tres y la negociación fue ardua pero lo logramos y nos dejaron pasar. Nos reímos montones y salimos muy contentos.

Otra vez impulsivamente dije: "Vamos a comer" y como andaba con la percepción de que tenía dinero en la cuenta, terminamos en el Tin Jo que queda a la vuelta del teatro. "¿No va gastar mucho?" preguntó mi madre. "Un poco, pero un carro no se vende todos los días y hay que aprovechar".

Nos pasaron a una mesa redonda y el ambiente era cálido y acogedor. Comimos, reímos, comentamos la obra, y como es costumbre de estas nuevas generaciones, mi sobrina nos tomó esta foto con su celular.

Fue la última vez que mi madre fue al teatro. Ninguno de los tres imaginaba que nueve meses después nos estaríamos despidiendo para siempre.

¡¡¡Cuánto disfrutamos esa noche, qué rico que comimos!!!!! Qué dicha que supimos aprovechar al máximo ese instante, a fin de cuentas eso es lo único que nos llevamos, a fin de cuentas es lo único que nos queda.