viernes, 24 de julio de 2015

Y la vida siguió . . .

"Y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido" . . . canta Joaquín Sabina haciendo referencia a que la vida continúa a pesar de las pérdidas que sufrimos.
Hoy se cumple un mes de la partida de mi madre con el Señor y por ratos me cuesta creer que ya no está.

Minuto a minuto reconstruyo los últimos instantes de su vida y como quien pega retazos de tela, trato de armar una lección, un aprendizaje, un consuelo o una explicación que alivie su ausencia.
Y por mi mente pasan frases y palabras que dijo tanta gente que la quería: "nos deja una gran lección y es que también hay que preparar la muerte", "así como hay que saber vivir, hay que saber morir", "partir no tiene por qué ser feo", "para partir bien y tranquilo hay que haber vivido bien y estar contento con la vida".

Y bueno, la emblemática de ella que por tantos años dijo y repitió: "morir no me da miedo porque sé para donde voy".

El día de la vela un amigo dijo algo que ronda por mi cabeza: "en esta vida nos organizamos y preparamos para muchas cosas que son inciertas, pero para la muerte que es lo único seguro que tenemos, no preparamos nada".

¿La certeza de la muerte le da sentido a la vida? o ¿reconciliarse y aceptar la vida es lo que le da sentido a la muerte?

Vida y muerte no son opuestos sino complementos, como las caras de una misma moneda.

Y bueno, estos son algunos de los retazos que por el momento voy pegando uno con otro; algo bueno saldrá al final de todo esto.

martes, 7 de julio de 2015

Como si fuera la última . . .



Fuimos de paseo a las aguas termales, pero esta vez no escatimamos en nada porque lo hicimos pensando que podría ser la última. Nos quedamos de un día para otro en una cabaña familiar con todas las de ley, dormimos y comimos como reyes, estuvimos en las piletas de agua caliente hasta quedar con la piel arrugada, pagamos un masaje especial para cada uno y para ella reservamos dos. En el viaje de ida y vuelta paramos donde quisimos y la pasamos mejor que nunca.

Otro día salimos a caminar una mañana porque le recomendaron asolearse. Lo hicimos a paso muy lento y no nos importó lo que durara porque podría ser la última vez que lo hacíamos. Fuimos al banco, saludó a toda la gente conocida que se topó, caminamos a la carnicería, luego a la verdulería. A lo largo de tres cuadras me fue diciendo los nombres y apellidos de las familias que originalmente vivían en cada lugar. Me señaló con detalle una de las casas de su infancia y después de las compras nos regresamos a la casa.

También fuimos a la feria un sábado y compramos frutas y verduras como para dos semanas. Por fin encontramos la guanábana que por largo tiempo habíamos buscado y compramos una grande y deliciosa como si fuera la última que probaría. Regresamos en bus y una vez más viajó de gratis luego de mostrar la cédula que demostraba sus 75 años cumplidos.

Ese sábado no pudo esperar a que el almuerzo estuviera listo y se comió un banano. Alistamos filetes de pollo que se cocinaron lentamente con salsita de tomate natural. Tenían que quedar deliciosos porque podrían ser los últimos.

Y así por muchos días cada mañana saboreamos el café caliente con el pedacito de pan del día o el pastelito de pollo o el antojo del momento. Los desayunos cada vez fueron más largos y más lentos porque iban acompañados de tertulia, y no me importaba el tiempo que duraran porque cada desayuno podría ser el último.

Llamamos a una de sus amigas para que viniera a visitarla y le pedimos que le palmeara unas tortillas. Una vez más le quedaron deliciosas y sin levantarse de su cama se sentó y se comió una tortilla entera con guiso de ayote y un vaso de fresco.

Y fue la última.

Cuando su vida se terminó de apagar aquella mañana, pude comprobar que había vivido intensamente cada experiencia con la certeza de que podría ser la última, pero en lugar de sentirme triste me sentí en paz y satisfecho, y fue ahí cuando me percaté de lo hermoso que se vive cada día, cada minuto y cada experiencia, cuando se tiene la sospecha o la certeza de que podría ser la última.

Corte de pelo

Peluquero: "¿Cómo quiere que le corte el pelo?"

Don Vidal: "Callado".

Mientras estoy largo rato esperando en las sillas de una peluquería en Desamparados, me es imposible no recordar esta anécdota que mi mamá contaba sobre su padre don Vidal Araya, allá más o menos por los años 50.