viernes, 25 de noviembre de 2011

Partida

Colocaron primero las dos sierras de mesa, tan pesadas como siempre. La canteadora y la sierra cinta, alta, verde, metálica toda ella, la única que me atreví a usar.


Los cajones de herramientas, los bancos de trabajo, las burras de madera, las plantillas y moldes que colgaban en todas las paredes.


Todo, poco a poco fue colocado en ese camión hasta que ya no hubo más que cargar.


Y arrancó el camión y salió lentamente del taller y con la mirada turbia por el agua que inundó mis ojos vi como se alejaba.


Fue ahí, en ese momento, cuando sentí que él se había ido, que no estaba, que no volvería y que dejaba un vacío imposible de llenar. 

jueves, 10 de noviembre de 2011

Los evangélicos y los helados

Tenía lo más cinco años y mi tía nos mandó a vender números de una rifa por todo el barrio. Junto con un primo y una prima, puerta por puerta, íbamos diciendo de memoria la misma frase: "Uuupeeeeeeeee, ¡¡¡ que si compran números para una rifa de una caja de helados de palillo !!!" y la gente respondía el típico "¡¡ no graaaaaacias !!, en otra tal vez" o nos compraban números que gustosamente entregábamos.


Pero en una casa la respuesta me dejó confundido. Después de la ritual pregunta dicha en tono cantadito, una señora a la que apenas se le miraba el reflejo de sus anteojos, desde adentro de su casa y sin moverse indicó: "¡ Noooo, nosotros somos evangélicos !!!".


De inmediato se alojó la duda en mi mente como un perro de traba que no suelta a su presa. Y seguimos por todo el barrio y cuando se nos acabaron las casas volvimos corriendo a ver quién de los tres llegaba primero.


En cuanto vi a mi madre de inmediato escupí aquella duda que me mordía la cabeza: "Mamiiiiiii, ¿por qué los evangélicos no comen helados?????". 


Después de consultarme el origen de mi complicadísima duda me dijo, "ah no, es que los evangélicos no compran rifas". Sin saberlo, resolvía así mi primera gran interrogante sobre esa gente hasta el momento desconocida. 


Meses después, allá comenzando los años 80, mi niñez entera estaría marcada por cientos de preguntas que no encontraron tan fácil respuesta: ¿por qué los evangélicos no podemos jugar rifas?, ¿por qué los evangélicos no podemos comprar lotería?, ¿por qué los evangélicos no podemos bailar?, ¿por qué los evangélicos no podemos ir al cine?, ¿por qué los evangélicos solo podemos escuchar una emisora de radio?, ¿por qué las evangélicas no pueden usar pantalones?, ¿por qué las evangélicas no pueden maquillarse?, ¿por qué las evangélicas no pueden cortarse el pelo?, ¿por qué tenemos que ir al "culto" hasta cuatro y cinco veces a la semana?, ¿por qué no me puedo sentar en el tiempo de oración si ya estoy cansado?, ¿por qué tengo que orar hincado si me duelen mucho las rodillas?, ¿POR QUÉ TENGO QUE ANDAR REPRIMIDO SI ME DUELE MUCHO LA VIDA?...