lunes, 10 de noviembre de 2008

Cargas

Decidí moverme, no sé hacia dónde ni cómo, pero moverme. También decidí alivianarme, cargar con lo mínimo, llevar solo lo necesario, como un buen mochilero aventurero.

Y comencé por mi cuarto, y por fin decidí escalar esa cordillera de papeles y libros que cada mes va creciendo más y más. Y como si estuviera en un barco por naufragar lancé por la borda todo lo prescindible y lo desechable, todo lo que ayude a restar peso y alivianar carga.

Y me quedé impresionado de todo lo que encontré en medio de esos cinco años de papeles acumulados, de los cuales rescaté si acaso la quinta parte. No faltaron las sorpresas lindas de aquella tarjeta de cumpleaños, o el documento que daba por perdido o la foto de aquel momento que ya no recordaba; pero todo lo demás había sido inútilmente conservado.

Y me pregunto por qué guardo y atesoro tanto papel inservible, por qué le di un lugar a esa hoja, a esa factura, a ese comprobante, a esa entrada al teatro, a ese papelito doblado con un número de quién sabe quién, a esos volantes de una lucha pasada, a esa oferta de un producto que no me interesa, a esa tarjeta de presentación de un alguien que no recuerdo.

Y cuando miro el espacio vacío que ocupaban esos cinco años de papeles inservibles me entran unas ganas terribles de seguir con todo lo demás. La ropa, los CDs, los libros, los zapatos, los adornitos y recuerditos, los aparatejos tecnológicos que no desecho porque podrían llegar a servirle a alguien, los chunches de ferretería, las ollas, las piezas del carro, los tarros plásticos, los paquetes de un algo que compré para preparar una exquisita receta que nunca hice, las piezas de la bici que guardo para cuando falten…

Y me pregunto qué otras cosas estaré cargando innecesariamente. Cuántos recuerdos inservibles, cuántos rencores enmohecidos, cuántos mandatos no cumplidos, cuántos miedos cuidadosamente envueltos, cuántas frustraciones engrapadas, cuántas heridas traspapeladas, cuántas ilusiones muertas, cuántos sueños asfixiados, cuántas culpas añejadas, cuántos intentos nunca hechos, cuántos cobros no planteados, cuántas deudas no cobradas, cuántos silencios no guardados, cuántos gritos silenciados …

¿Cuántos estantes y gavetas de mi alma quedarían limpios si desecho toda esta basura?
¿Qué tan liviano puedo ser, qué tan liviano quiero estar?...

Rodar


“En esta vida hay que rodar y rodar porque sino al final uno no tiene nada que contar”, me dijo una vez una anciana en el pueblo de Canoas cerca de la frontera con Panamá, luego de mencionar uno a uno los lugares por donde vivió y trabajó.


Y cada lugar contado era como un hilo distinto con el que fue entretejiendo lo que hoy es el tapete colorido de su extraña pero única existencia.


Y cuando me empieza a quedar pequeña la camisa en la que estoy, y cuando me entran unas ganas terribles de moverme a pesar de estar cómodamente instalado y arraigado, y cuando me mata la curiosidad por averiguar si la playa de al lado será mejor que ésta en la que estoy; la recuerdo a ella, y me parece estarla viendo cuando sacaba agua de un pozo en el patio de su casa, y junto con cada balde de agua que subía desde lo más profundo de la tierra, sacaba también un nuevo recuerdo desde lo más profundo de su alma.


“En esta vida hay que rodar y rodar porque sino al final uno no tiene nada que contar…”

domingo, 9 de noviembre de 2008

4 de noviembre del 2008


Después de tanta prepotencia y egoísmo, de tanto despojo y avaricia, de tantas cruzadas e invasiones.


Después de tanto verlos sucumbir en un tonto frenesí de consumo y opulencia, y asumirlos como un pueblo absurdo que no ve más allá de su nariz.


Después de no esperar nunca algo bueno de ellos y de casi resignarme a aceptar que nada cambiará.


Un hombre negro, hijo de un migrante africano, es electo presidente del país todavía más poderoso (y más dañino) del mundo.


Como un musgo necio, irreverente y desafiante, la esperanza tiene la osadía de aparecer de pronto hasta en las más frías y blancas paredes del mundo.

martes, 4 de noviembre de 2008

Medicación urgente


Síntomas: Despertamiento repentino de sueños y añoranzas que se creían congelados. Períodos de lucidez recurrentes y cada vez más prolongados, con clarísimos episodios de realismo. Creciente insatisfacción de las condiciones presentes y convicción creciente de que no hay motivos para seguirlas aceptando. Dificultades para focalizarse en las demandas presentes y propensión a imaginar y construir caminos de salida para un futuro diferente.

Prescripción:
Para un aceptable desempeño y cumplimiento de los compromisos presentes (tratamiento de sobrevivencia), se recomiendan las siguientes dosis:
  • 300 miligramos de optimismo conformista en las mañanas.
  • 300 miligramos de autoengaño tres veces al día.
  • 600 miligramos de espejismo al medio día (actúa como inhibidor del realismo crónico).
  • 300 miligramos de sensatez y capacidad de análisis todas las noches antes de acostarse (actúa como inhibidor de las decisiones impulsivas).
Con esta medicación el paciente podrá continuar con un desempeño aceptable y funcional, sin embargo no se recomienda aplicar el tratamiento por más de tres meses contínuos, pues resulta tóxico y podría dañar irremediablemente los sistemas de esperanza y creatividad.

Si después de tres meses de tratamiento los síntomas continúan, deberá sustituirse por la siguiente medicación:

  • 3 gotas de autodeterminación todas las mañanas.
  • 300 miligramos de sentido común tres veces al día.
  • 300 miligramos de riesgo diarios.
  • 600 miligramos de decisión (preferiblemente intravenoso).
Tomar de forma contínua y suspender una vez que el paciente haya cambiado de entorno, y por ende, hayan desaparecido los síntomas.