lunes, 27 de octubre de 2008

Camerino cotidiano



Abro los ojos al mínimo y cruzo instintivamente el cuarto sobre el frío piso de la mañana y presiono un botón del celular para que no siga sonando. Me lo llevo conmigo y como si fuera un bebé que llora lo acuesto a mi lado en la cama. Me duermo de nuevo y sueño pedazos de cosas y a los diez minutos exactos vuelve a sonar y lo vuelvo a apagar para seguir con mis retazos de sueño, y a los diez minutos lo mismo y lo vuelvo a apagar y decido que si no me rasuro me puedo quedar bien esos diez minutos de más, y vuelve a sonar y lo apago y me pienso que si no preparo desayuno y lo paso comprando perfectamente puedo dormir esos diez minutos de más, y vuelve a sonar y me digo que si no alisto el almuerzo y lo compro, perfectamente me puedo dormir otros diez minutos de más, y vuelve a sonar el maldito teléfono y me lanzo de la cama con un susto terrible de que ya no me dará tiempo de todo, y tomo el paño y me meto al baño y comienzo con el pie izquierdo un día cotidiano más.

¡Apúrele!, ¡corra!, ¡espabílese!, ¡muévase!, ¡no se quede jeteando!, pero qué cara por Dios si parezco un náufrago con un mes de vivir en una isla, jamás me puedo ir así, no me queda más que rasurarme, pero rapidito. El agua de la ducha realiza el milagro asombroso de irme despertando y poco a poco voy aterrizando en la pista de la conciencia y de la vida real. Por la tumba de mi padre lo juro que hoy me acuesto más temprano, esto me pasa por noctámbulo. Pero por qué será que de noche tengo toda la energía del mundo y en las mañanas no valgo una peseta. Si tanto me gusta dormir por qué no me organizo para hacerlo por más tiempo. Me rasuro velozmente y poco a poco voy armando y maquillando el personaje que me toca asumir ese día.

¿Esta camisa irá con este pantalón?, ¿no me habré puesto esta ropa hace ocho días exactamente?, ¿estará bien este color para una reunión donde nos toca negociar?, ay ¿cuál era el color recomendado para estas cosas? Estos zapatos están fatal, el fin de semana saco un rato para embetunarlos, por el momento se van así. Me toca la hora de la verdad y frente al espejo termino de ajustar el disfraz. Gel, cepillo, meter las faldas de la camisa, las pastillas del tratamiento porque sino se altera la presión arterial, perfumito y anteojos. Me miro a los ojos y me digo: "¡todo está bien, te ves genial!", y ¡¡listo pal escenario!!!

Salgo de mi casa-camerino y cual foco de teatro me deslumbra el sol radiante que todas las mañanas me espera frente a la puerta. Camino-corro hacia el carro con las dos manos ocupadas que cargan el chunchero que va y viene todos los días, y con la ayuda del guarda a quien saludo cortésmente abro el portón para salir. Me subo al carro y ahora soy un conductor que se mete en el laberinto de calles a toda velocidad, mientras que mi cuerpo me recuerda que qué rico sería estarse tomando un cafecito matutino con el sanguchito que no me preparé, y corro, y corro y corro, y en un semáforo que no me favorece me digo: ¡BASTA!!!! ¿quién putas escribió este libreto que actúo todos los días??, ¿en qué maldita hora acepté yo este personaje que me toca armar cada mañana?, ¿donde está el director de la obra para decirle que renuncio, o por lo menos para preguntarle que por cuánto tiempo más me toca seguir en cartelera?, ¿por qué no me cambio de teatro?, ¿habrá otra obra mejor donde trabajar?... un pitazo insolente me indica que el semáforo está en verde y que debo seguir corriendo, porque aunque lo sueñe, aun sigo actuando este mismo personaje que ya me está cansando, y mientras no encuentre otro no me queda más que seguir viviendo éste.

¡Por la tumba de mi padre juro que hoy me acuesto más temprano…!

Hamaca


En este momento mi vida cuelga de dos hilos, bueno, de dos mecates mejor dicho. Se sostiene de una palmera y un árbol de donde se amarran los mecates. Estoy suspendido en el aire, extendido y estirado sobre un trozo de tela que se mece suavemente y me adormece como a un bebé.

Para arriba frente a mis ojos se extienden imponentes las verdes ramas de una palmera y si miro a la derecha, se extiende ilimitadamente nada más y nada menos que el mar Caribe, con todos sus misterios y caprichos.

¿Cómo es que con tan poquito se tiene tanto??? ¿Cómo no se me ocurrió antes amarrar los mecates en estos dos árboles? ¿De cuáles árboles me he estado colgando todo este tiempo? ¿De cuáles árboles cuelga mi vida????

viernes, 24 de octubre de 2008

Borrón y cuenta nueva


Camino a la orilla del mar y me absorbe por completo el ir y venir de la olas. Me llega una rápida corriente de agua que tapa mis pies y con la misma prisa se devuelve, dejando ante mis ojos una lisa y limpia arena blanca en la que se empiezan a marcar mis huellas. Vuelve a subir otra ola y en cuestión de segundos se borran las huellas y vuelve a quedar todo lisito, limpiecito, como nuevo, como recién hecho. Miro para atrás y no hay ni una sola huella porque el mar se ha encargado de borrarlas todas, como para hacerle creer a otro caminante que es el primero en pasar por ahí.

Y me encanta esto de la playa, esa transición extraña entre mar y tierra, ese límite difuso entre agua y arena; y me pienso que si la vida es como la arena a la orilla del mar, entonces ha de tener también espumosas olas que con insistencia se empeñan en borrar las marcas para abrirme un camino nuevo. Y me pienso que el mar de vez en cuando lanza con furia a la orilla palos y troncos y basura, y lo escupe todo y lo pone bien lejos y no lo vuelve nunca a recoger, sino que empieza otra vez de nuevo, calmo, limpiecito y cristalino. Así también de vez en cuando es bueno renovarme y escupirlo todo, y empujar todos los troncos, las hojas y la basura bien lejos para que no sigan subiendo y bajando con mis mareas, y poder volver a ser un mar calmo, limpio y cristalino con espumosas olas apacibles que se empeñan en renovar la hermosa playa de la vida.